Ella comenzó a contar una historia sin mucha anestesia.
Yo la escuchaba atentamente, pensando que lo que le ocurría
hace unos años, me podía estar ocurriendo a mí, con la misma edad
que ella tenía para ese entonces.
Yo la escuchaba atentamente, pensando que lo que le ocurría
hace unos años, me podía estar ocurriendo a mí, con la misma edad
que ella tenía para ese entonces.
Los viernes eran Negros, ella se arrastraba por el piso buscando algo
que la calmara, que aliviara ese dolor físico y mental, de no poder más,
de querer que todo termine.
No comer, no por trastornos alimenticios, no por cuestiones sociales y completamente absurdas e idiotas, sino por no poder.
Qué mínimos que pueden ser nuestros problemas, nosotros mismos,
al lado de alguien que siente tanto, que vive tanto por no morir.
Nos cruzamos en la vida , como en ese momento se cruzaban nuestras miradas mientras que ella contaba un relato que bordeaba lo ficcional o,
más bien, lo dramático.
Un café quedó a la espera, con muchas vivencias que contar, risas y, probablemente, algún llanto.
Hoy, por suerte, tenemos tiempo para esperarlo.
Hoy, por suerte, tenemos tiempo para esperarlo.
2 comentarios:
No sé por qué, pero me dio una extraña sensación mientras leía esto... me hizo pensar :D
Saludos!
¡en buena hora!
^^
saludos, Mizzu
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