.A la sombra.

jueves, enero 19, 2012

Su hombro caído. Y caído su hombro, caído su cuerpo. Todo él.
Tendido bajo el árbol que mitigaba su fatiga, la pesadumbre de su cuerpo, 
de su alma.

Yacía con sus lamentos a flor de piel, a la espera de alguien 
que la recompusiera... Sí, como a una muñeca de porcelana 
que se ha olvidado y en el olvido roto en mil pedazos.

Y, como una muñeca, no quería pensar, temía hacerlo. 
Permanecía inmóvil, casi sin siquiera pestañear, sin siquiera respirar.

El darse cuenta de su real existencia, de los latidos que seguía dando 
su corazón, de lo difícil que es no pensar aunque se obligue a hacerlo, 
la destrozaba aún más y hacía que, con los ojos fijos en un punto lejano, comenzara a soltar las lágrimas de sus pensamientos y, sobre todo, 
de aquella angustia que no podía controlar.



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